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Corea del Sur enfrenta un desafío crucial de salud pública: la tasa más alta de suicidios entre países desarrollados, con un promedio diario de 36 personas tomando esa trágica decisión, convirtiéndose en la principal causa de muerte.
Este fenómeno impacta especialmente a los jóvenes, representando el 43% de las muertes entre adolescentes y el 56,8% entre veinteañeros. Aunque disminuye al 40,6% en treintañeros, la magnitud del problema es innegable.
La raíz de esta epidemia se encuentra en la intensa presión que la sociedad surcoreana ejerce en términos de competitividad y éxito. Desde temprana edad, los jóvenes enfrentan competencias académicas y sociales, creando un caldo de cultivo para problemas psicológicos y emocionales.
La búsqueda desenfrenada de la excelencia, las expectativas familiares y la presión laboral contribuyen al deterioro de la salud mental. Según la OCDE, Corea del Sur ostenta una de las jornadas laborales más extensas, alimentando un ciclo de estrés y ansiedad.
La estigmatización en torno a los problemas de salud mental es un obstáculo crucial. En una sociedad que valora la imagen y apariencia, muchos surcoreanos luchan en silencio con sus problemas emocionales, renuentes a buscar el apoyo necesario.
Entre 2020 y 2022, casi 40,000 surcoreanos decidieron quitarse la vida, situando a Corea del Sur con la tasa de suicidios más alta dentro de los 38 Estados de la OCDE.
Los expertos advierten sobre los peligros de una cultura obsesionada con el éxito personal, traducido a menudo en riqueza y estatus social. Estos factores impactan negativamente en la salud mental, elevando los niveles de estrés y ansiedad a proporciones alarmantes.
En medio de esta crisis, es esencial abordar la necesidad de reformas estructurales. Redefinir los estándares de éxito, desmitificar la búsqueda implacable de la perfección y fomentar ambientes que valoren la salud mental se presentan como pasos cruciales.
Asimismo, es imperativo mejorar los servicios de salud mental y desmantelar la estigmatización asociada. La concientización sobre la importancia de buscar ayuda y apoyo debe difundirse, desterrando la nociva idea de que expresar vulnerabilidad es signo de debilidad.
Las autoridades surcoreanas deben considerar políticas que aborden directamente la carga laboral excesiva y reevaluar los sistemas educativos que perpetúan una competencia extrema. Fomentar un equilibrio entre el trabajo, la educación y la vida personal es vital para revertir esta alarmante tendencia.
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