Disney, el imperio que parece existir desde siempre, celebra su centenario. La magia de Walt Disney, nacido en Chicago en 1901, trasciende su audacia empresarial.
Walt, más que un magnate, fue un gigante artístico y autor cinematográfico. Su legado va más allá de logros técnicos; marcó hitos desde el primer corto animado hasta la pantalla panorámica.
Desde Steamboat Willie en 1928 hasta La dama y el vagabundo en 1955, Disney fue pionero en sonido estéreo, Technicolor y animación en 3D. Su visión abarcó más que la técnica; fue el autor detrás de la magia.
Deshagamos mitos: Disney nació en Chicago y, en 1918, falsificó su partida de nacimiento para unirse a la Primera Guerra Mundial. Su travesía desde caricaturas para soldados hasta la creación de Laugh-O-Grams estableció las bases de su imperio.
Disney, junto a su hermano Roy, fundó la Walt Disney Co., cuna del cartoon clásico. Colaboradores como Ub Iwerks, Friz Freleng, y el dúo Harman-Ising dieron vida a Mickey y a un legado que trasciende los estudios originales.
«Walt inventó todo», afirmaba Chuck Jones. Su visión fue clave para la evolución del corto al largo animado. Blancanieves, concebida como una simple transición, se convirtió en la primera película animada de longitud.
El control férreo de Disney sobre cada aspecto fue fundamental. Su método, similar al de Welles o Hitchcock, garantizaba una unidad de estilo y una experiencia única. Un autor en el mundo del cartoon.
Disney entendió que la fantasía necesitaba peso. Para lograrlo, abrazó el realismo en el diseño, haciendo que lo artificial se sintiera real. Multiplicó la tecnología para llevar la imaginación a nuevas alturas.
La figura pública de Disney contrastaba con su vida privada reservada y sus ideas audaces, como los parques temáticos. Siempre sonriente en público, su biografía revela un cansancio profundo por ser «Disney».
Disney no solo fue un creador, sino también un innovador en Hollywood. Participó en deportes como el polo para liberar estrés, aunque un bochazo accidental lo alejó de la competición.
En 1942, Disney enfrentó la primera huelga de la industria animada, perdiendo grandes talentos. Durante la caza de brujas, compareció ante el Comité de Actividades Antiamericanas, evitando nombrar simpatizantes de izquierda en su estudio.
Aunque conservador, Disney no era machista ni racista. Colaboradores como Mary Blair y empleados afroamericanos destacan su apertura. Su visión utópica se reflejó en Epcot, un experimento tecnológico y social.
Walt Disney, un visionario idealista, dejó un legado que trasciende la pantalla. Su centenario es más que una celebración; es el reconocimiento a un hombre que dio magia al mundo.